Como defenderse de los superpoderes de mamá

Mama siempre es una y siempre lo será. Hasta el día que dejemos de vivir fisiológicamente. Y, créanlo o no, hasta ese día ejerce una influencia inusitada sobre nosotros. Viva o muerta.
Ahora, podríamos negarlo y afirmar soberbiamente “yo no dependo de mi madre”, pero en el fondo, ahí donde yace nuestra esencia, sabemos que no es así.
Una madre sabe cuándo su hijo está mal. Sabe que comida preparar, o que hacer para cambiar su estado de ánimo, sabe que palabras usar, cómo y en qué momento. Es el ser humano que nos dio a la vida. Tiene un as en la manga difícil de superar.
Pero también hay un lado oscuro que no siempre se menciona.

Las brujas no existen, pero de que las hay, las hay

Cobra vida, a través de la brujería, los encantamientos e historias arquetípicas .
Si bien todo esto forma parte de los “cuentos de hadas”, la manipulación, el “encantamiento” los artilugios, maquinaciones y artimañas de una madre siguen siendo los mismos. Sobre todo cuando se propone algo, sin escatimar en el uso, ni sopesar la utilización de sus “superpoderes.”
Puede conseguir que sus hijos se queden a su lado de por vida. Puede dejar a su pareja sin familia, sabiéndose segura de la lealtad absoluta de sus hijos. Hasta puede ser responsable de la elección de la identidad sexual de su hijo…. y muchas cosas más, que por decoro prefiero mantener en silencio.
Los más afectados son los varones. Las hijas desarrollan su propia conciencia sobre esos poderes, una vez que ellas se convierten en madres.
Para peor suerte de los varones, la historia se repite, a nivel inconsciente cuando conocen a una mujer. Es inevitable y hasta quizás tenga un sentido, el recuerdo de la madre.  Su olor, su cariño, su atención, su admiración, etc.
Pareciera que los varones estamos destinados a estar a merced de la mujer – madre sin remedio y por toda la vida.
De ahí la famosa figura del cowboy solitario que deja suspirando al amor de su vida, cuando cabalga rumbo a la puesta de sol. La soledad del héroe. La del sabio de la montaña y me atrevería a decir incluso la misma figura de Dios, solitaria y omnipotente.

La soledad del varón

La soledad del varón no es una maldición. Es quizás su superpoder más grande, y que muchas veces ha sido ignorado. Por algo, la misma palabra soltero, o soltería tiene sus raíces en el término soledad. El soltero codiciado deja de serlo cuando se casa, que hasta se podría confundir con la palabra “cazar.”
Es más, el varón que encuentra la harmonía consigo mismo, en conciliación con su soledad, deja de ser un niño para pasar a ser un hombre. Un hombre que puede defenderse de las argucias de una madre – bruja.
La figura que enseña y transmite eso es, para comenzar, su propio padre. No solamente a través de sus palabras, Mucho más a través de su propio ejemplo. La manera en la que dedica su tiempo a su profesión, su pasión por ella y su decidida perseverancia, son bazas fundamentales para el desarrollo del niño que lo observa.

Las eternas diferencias

El hombre, por si es más callado, más práctico y más directo. Le es mucho más simple y “lógico” consensuar y acordar cosas con otros u otras, cuando este consenso se halla vinculado a un propósito concreto y útil. La armonía por el simple hecho de crear una armonía, por ejemplo, es mucho más importante para la mujer. Pero aquí ya entramos en otro tema sobre el cual hablare en un artículo próximamente.
Para una gran mayoría del mundo, la madre es una “superheroína”. Aunque en realidad es un simple papel biológico que se le atribuye a un ser humano capaz de concebir una vida. Al igual que las atribuciones respetivas propias del varón. Un equilibrio perfecto desarrollado durante millones de años de evolución.
Si fortalecemos el papel del padre y su tremenda importancia en el desarrollo y la educación y formación de los hijos, teniendo en cuenta cada uno de sus superpoderes, entonces, quizás, algun día podamos mirar a mama y a papa con exactamente la misma devoción, admiración y respeto que cada uno merece y en la misma medida.

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