Pedro era un niño de 10 años tan normal como cualquier chico de su edad.
Era muy buen estudiante y el amor de papa y mamá.
Sin embargo al cumplir los 11 comenzó a modificar su conducta. De ser un muchachito apacible y obediente empezó a ser rebelde y agresivo. Tanto en el colegio como en casa.
Siguieron reuniones con profesores, por eventos con sus compañeritos, largas charlas sin mucho éxito hasta que, finalmente, los padres decidieron iniciar un tratamiento psicológico.
Al cabo de un tiempo, no obstante, su comportamiento seguía igual.
La constelación
Una de las hermanas de su mamá había escuchado hablar de las constelaciones familiares.
Los padres, ya se estaban comenzando a impacientar y decidieron darle una oportunidad.
El resultado fue impredecible e impactante.
El abuelo materno de Pedro había sido manipulado por la abuela para hacerse cargo de una niña que había sido fruto de una infidelidad hacia él. En pocas palabras, “le endilgó una hija de otro hombre.”
Cuando el abuelo, con el tiempo se fue dando cuenta del engaño, ya era tarde para hacer algo al respecto, porque se había encariñado de esa niña.
Solo quedaba tragarse la rabia.
La lealtad oculta
Pero, energéticamente hablando, cada sistema necesita una equiparación, compensar eventos que quedaron sin ser vistos.
Y es ahí cuando alguien – normalmente el eslabón más frágil – del sistema, toma la posta y “revindica” aquello que generaciones no han visto, o han omitido.
En este caso, era el dolor y la rabia del abuelo, que trataba de salir a la luz, a través del comportamiento aparentemente injustificado de Pedrito.
En español ese tipo de conductas se origina en lo que se llama “lealtad invisible u oculta”.
En alemán se llama “Verstrickung” y fue acuñada por Bert Hellinger, quien a su vez se inspiró en las enseñanzas de Ivan Boszormenyi – Nagy Geraldine M. Sparkivan.
Si bien también se utiliza el término implicación, tiene una fuerte connotación jurídica y podría llevar a confusiones.
Cuando observamos el comportamiento y los destinos de personas afectadas, vemos que se trata de seres humanos enmarañados en una lucha constante con un destino que no es el suyo.
Destinos difíciles
Se puede observar en fracasos de seres humanos a pesar de esfuerzos ingentes y mucha inversión de energía, en mujeres u hombres que no consiguen una pareja estable, padres que no conectan con sus hijos, etc.
Y ese intrincamiento o intrincación es mucho más fuerte en el caso de muertes prematuras, accidentales, imprevistas, etc.
La “fortaleza” del defensor
En el mejor de los casos el niño o la niña intrincada con el destino de su abuelo, en este caso, hace suya la “causa”.
Es como si empuñara la “espada de la justicia.” Probablemente se erigirá en su fiel y “único” defensor y luchará abiertamente contra el sistema en defensa de la víctima.
Con toda probabilidad tendrá una adolescencia difícil, y se identificará con la desdicha que ha sentido el excluido.
De hecho, es el origen de muchas biografías de seres humanos que han modificado la historia y obtenido conquistas sociales trascendentales, en lucha contra él sistema. La motivación inicial no empero, es siempre y en todo momento un intento de solucionar una historia que se originó a partir de una injusticia, una tragedia, un engaño etc. dentro de su sistema familiar.
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