La verdad no es el problema…sino que hacer con ella

Algunos, de tanto miedo que le tienen le ponen otro nombre. Asi nace la duda, opinión, creencia, interpretación. Pero aunque se la vista con mil indumentarias, la verdad siempre será una y la misma.
Otros creen que es mortal. Vamos, que con el paso del tiempo envejece, marchita y se muere. Pregúntenle a más de un moribundo penitente, porque dedica su último aliento a revelar y librarse de esa verdad que lo ha aquejado, le sigue pesando y lo ha sometido toda una vida.
Y si a alguien se le ha ocurrido llevarse la verdad a la tumba, como reza el dicho, resurgirá en generaciones posteriores convirtiéndose en lo que las creencias populares denominan “maldición.”
Muchos pasan toda una vida bailando alrededor de ella, como quien se empavona alrededor de una hermosa mujer sin jamás dirigirle una palabra o una mirada siquiera. Es un ejercicio que aprenden con la vidas. Están cerca de la verdad, para ganarse el beneplácito y respeto de los demás, pero evitan entrar en contacto cercano con ella.

Asumir… el gran desafío.

No todo el mundo tiene el privilegio de hablar con la verdad. Generalmente son los niños, los borrachos y los “locos”. Los demás no aguantan más que una de sus miradas.
Para eso hay que saber “asumir”. Conforme vamos creciendo, ese “arte” se hace cada vez mas dificil.
Los niños no tienen mayores problemas con él, porque asumen lo que sea ante la mirada amenazante de los padres, o para complacerlos. Incluso cuando no corresponde. Por eso es tan importante que se les enseñe que en primer lugar deben hacerlo por y para ellos mismos.
Pero cuando son los padres los que tienen serias dificultades para hacerlo, frente a los niños, se plantan las primeras semillas de una rebeldía adolescente.

El humor, el elixir milagroso

Uno de los mayores amigos de la verdad puede llegar a ser el humor.  Asumimos errores y verdades con mucha mayor facilidad, cuando nos reímos. Hasta llegar incluso a sentirse bien. Saber reírse de uno mismo, cuando comete un error, y en ese proceso encontrar un motivo de reflexión, es un ejercicio sublime, reservado a los sabios y los bufones.
El humor permite distanciarnos de la seriedad e insufla una ligereza irresistible a la situación, por más dramática que sea.
Le invito que haga la prueba. Piense en un problema, o algo que le está preocupando seriamente, y a continuación descríbalo como una aventura más, de las muchas que sus nietos narrarían, recordándolo.  O utilice la ridiculización y póngale una nariz esperpéntica a esa verdad que tanto trata de ocultar.
El humor es nuestro salvoconducto a la niñez e infancia de antaño, cuando sobraban motivos para reírnos.  Y es también y quizás la única manera de sobrellevar la muerte.
Porque, como dice la canción: el que ríe de último ríe mejor.

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