Nuestra fortaleza está en nuestra vulnerabilidad

Cada vez que confesamos un error y admitimos nuestra vulnerabilidad, nos desprendemos de una carga. De manera contraria, el acto mismo de negar un error o una equivocación, que podría desnudar nuestra vulnerabilidad, requiere una gran cantidad de energía, que se manifiesta en ansiedad, preocupación, miedo y angustia. Cuando más negamos más sufrimos.
Por otro lado, cada vez que nos equivocamos, lo que sale a la luz es una verdad. Un regalo del destino, porque no es una verdad impuesta ni imaginada. Simplemente es.
Y es un regalo porque revela algo muy auténtico sobre nosotros.
Que duela o no es harina de otro costal.

¿Cuándo nace la frustración?

En el momento que el ser humano toma conciencia que es, (a los 1 año y medio de vida, aproximadamente) experimentará también que no es perfecto. Y que la “imperfección” es motivo de desaprobación de papa y mamá, que son la razón de su existencia.
Nace un sentimiento nuevo, raro y a la vez muy doloroso, que ahí, en lo más profundo es portador de un mensaje funesto (“no eres digno de existir”)
En el momento en que Adán y Eva fueron desterrados del paraíso, fueron “castigados” con la mortalidad. Sin embargo creo que es más bien la “conciencia sobre su mortalidad, su fin, su dejar de existir.”
Incluso podríamos hablar de un “trauma colectivo evolutivo”, que resuena cada vez que somos vulnerables o nos damos cuenta de ello.
Eso crea la famosa “angustia existencial”.
Esa angustia comienza a una edad muy temprana y está relacionada, como ya lo dije, con el miedo a decepcionar a papá y a mamá en primer lugar. Después a los demás.

Padres vulnerables dan el ejemplo

Padres que aceptan su lado vulnerable, o admiten que tienen un lado vulnerable, han logrado desarrollar una relación natural con sus sombras y transmitirán a sus hijos una serenidad y una tranquilidad que más tarde se convierte en fortaleza.
Ahora bien, en el caso de padres que tienen dificultades en el manejo de ese lado, porque, a su vez, sus padres tampoco sabían cómo lidiar con él, el cuento es diferente. Hay seres humanos que viven toda una vida estancados en el miedo infantil de decepcionar a papá y mamá, negando su lado vulnerable.

La vulnerabilidad como guía

Otros han aprendido que, en realidad, todos y cada uno de los errores, equivocaciones, traspiés, despistes o como se les quiera llamar, indican el camino que hay que tomar para crecer y fortalecerse.
Descubrir su lado vulnerable, conocerlo e integrarlo es parte intrínseca de la condición humana. Alejarse de ella es en realidad dejar de ser humano.
El dicho “errar es humano” adquiere, bajo esa perspectiva, un sentido extraordinario.  

El infierno de Dante o el proceso terapéutico.

Mientras los errores que cometamos no desestabilicen la imagen que tenemos de nosotros mismos todo sigue su curso normal.
Hay momentos en la vida, sin embargo, en que la naturaleza de un error, destapa una visión equivocada de la vida, de nuestra pareja, de nuestra manera de hacer cosas o incluso peor. A veces ni siquiera es nuestro error, o al menos no nos percatamos cómo y en qué medida lo ha sido.
Es cuando nuestra vida da un quiebre, un vuelco y tratamos desesperadamente de volver a recomponerla a un punto anterior en el tiempo.
Sin embargo, lo más probable es que la vida misma nos esté señalando un camino diferente, nuevo y más sintonizado con lo que somos en realidad.
Este sea quizás el rasgo más importante de nuestro error. Que es NUESTRO.  Y como tal lo más auténtico  y esencial de nosotros mismos.

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