Aclaremos que el amor y el enamoramiento son dos cosas diferentes. El que se casa enamorado, puede llevarse una amarga sorpresa. Sobre todo cuando llegue el momento de amar a esa persona de la que se enamoró. El amor “despues del amor”, citando a Fito Paez, es un juego de lotería, si no conservamos la cabeza fría, justamente cuando es más dificil hacerlo.
La biología nos supera
La naturaleza nos prodigó con herramientas muy poderosas para asegurar la procreación de nuestra especie. Una de ellas es la manera en la que nos reproducimos. Nuestra capacidad sensorial, nuestra mente, lo que pensamos…vamos, todo aquello que “somos” son literalmente secuestrados con un único fin: la creación de otro ser humano.
Es tan fuerte que convierte al más feo de los sapos en un príncipe azul a lo Henry Cavill ola cenicienta más despatarrada y andrajosa en una princesa de un cuento de hadas personal.
La naturaleza no repara en fidelidad, monogamia, matrimonio ni convenciones sociales. Su máximo acometido es prolongar la vida. ¡Y con eso basta!
No tener en cuenta esa realidad puede ser el origen de mucho dolor, frustraciones y más de una vida malgastada “probando” parejas hasta morir.”
Si solamente le hacemos caso a lo que sentimos por esa persona tan especial en el momento en que la conocemos y sobre todo tomamos decisiones fundamentales, estamos sirviendo a una causa muy puntual y de un alcance extremadamente transitorio para la pareja.
El poeta alemán J.W.v Goethe en una ocasión dijo “Estoy enamorado de estar enamorado”
Claramente se refería a esa bomba de hormonas y el derroche de neurotransmisores que nos embriagan envueltos un dulce sueño a lo Shakespeare en “el sueño de una noche de verano.
Parejas e hijos
Los hijos, suelen ser la “excusa perfecta” para dejar de ocuparse de la pareja.
En casos desgraciados llevan justamente la ruptura de la misma. Cuando nacen.
Y es que el “amor despues del amor” es otra cosa.
Los hijos son el señuelo más efectivo para sacar a relucir nuestras partes más oscuras. Vamos, aquellas que probablemente habrían sido capaces de echar por tierra cualquier pretensión de nuestra pareja, a pesar de estar enamorado/a de nosotros, en su momento.
Y no es que lo hagan intencionalmente. Pero ser pareja es una cosa y ser padre otra totalmente diferente.
Son, además y sin propósito, el origen natural de una rutina necesaria de “protocolos y rituales familiares” que, por muy idílico que pueda parecer, ajan y deslustran hasta la foto más romántica e sublime de cualquier pareja de enamorados.
Hasta que un buen día nuestra pareja se ha vuelto a convertir en sapo… o “sapa.”
Volver a besar al sapo
Y lo peor es que estamos enojados. Como si nos hubieran engañado. Inconscientemente se busca un culpable para no tener que admitir su responsabilidad. Y es que ambos promovieron que la relación pagara el precio en favor de la familia.
Es un momento clave en la pareja. En muchos casos es cuando se acude al psicoterapeuta especializado en parejas para que ayude a ambos a volver a encontrar aquello que los unió mágicamente hace tantos años.
Y al final de ese proceso se besa al sapo, pero, ¡oh! no se convierte en un príncipe sino que nos ayuda a convertirnos a nosotros mismos en uno, o en una princesa.