Para una gran mayoría de jóvenes de hoy, una pareja estable está más allá de toda discusión.
¿Quién se va a comprometer a ser fiel en los tiempos que corren?
Antes, la tradición, las normas y una moral respetada por todos, imponía preceptos que hoy no solamente son cuestionados sino sencillamente se perciben como trasnochados.
¿ETERNA JUVENTUD?
A lomos de una juventud briosa, ante un horizonte colmado de opciones, alternativas y fantasías por realizar, la simple idea de una monogamia forzosa pareciera ilógica y hasta ridícula.
La posibilidad de cambiar de parejas sin mayores consideraciones, el permiso de explorar y la renuencia generalizada a cumplir un compromiso, han llevado las relaciones a un extremo en el que la promiscuidad se enseñorea solapadamente. Nadie lo quiere admitir, pero para más de uno, dos noches seguidas con la misma persona significa ya una obligación incómoda.
¡Viva la libertad total!
El problema aparece cuando el tiempo pasa y de repente queremos tener a nuestro lado no solamente a alguien con quien disfrutar el sexo, sino también otras cosas. Cuando nos damos cuenta que sería lindo tener una familia, y cuando aquella o aquel con quien el sexo es una maravilla, resulta que como “partner” como “compañero /compañera de vida” incumplen de lejos las expectativas acostumbradas. Y esas son en su mayoría las que estamos acostumbrados de nuestra propia vivencia familiar.
Es cuando la libertad saca su penacho y aparece como una imagen mucho más despiadada y cruel que cuando la juventud lo disimulaba. Porque la cara oculta de la libertad es la soledad. Y cuanto más envejecemos más duele y más cuesta.
MONOGAMIA SECUENCIAL
En mis tiempos, si bien cambiábamos de parejas, aun seguíamos un modelo más conservador. Sabíamos por ejemplo, que la primera noche de amor era más bien una entrada, un conocerse, un olfateo sexual y sensual que señalaba la ruptura del hielo. Las grandes y apasionadas veladas, dignas de rememorar, vendrían más tarde, cuando ya habíamos desnudado nuestra alma, a la par que nuestros cuerpos.
Pero la idea romántica de antaño, de quedarse con él o la primera había pasado al anacronismo. Es más, era casi como un requisito haber estado con más de una pareja antes de dar el sí ante el altar.
La monogamia secuencial se caracteriza por su ciclo inconfundible. Comienza, llega a un punto álgido y se muere lentamente,
LA “PAREJA PERFECTA”
Durante esas fases uno se ensayaba en la dificil tarea de convivir como pareja. Los celos, los malos entendidos, las discusiones absurdas y los enfrentamientos. A veces tan fuertes, que podían incluso llevar a la ruptura de la relación. Todo eso formaba parte de un entrenamiento involuntario pero sumamente necesario que ayuda a crecer y a aprender a SER PAREJA.
Con el tiempo, uno se iba dando cuenta que la “pareja perfecta” era la menos perfecta. Era aquella en la que las expectativas, las exigencias y las condiciones para formar parte, como pareja, comenzaban con un signo de menos (-).
Que cada vez que descubríamos que la princesa en realidad era una cenicienta gordita, simple y todo aquello que nuestra madre detestaba, era lo que había. Y el príncipe, holgazán, descuidado y un poco mal educado e incluso soez, un sapo que hay que besar una y otra vez .
ENCONTRAR EL AMOR COMO TRABAJO
Hoy vivir en pareja es aprender a “resignarse” inspirado en las horas iniciales que vieron el nacimiento de ese amor entre los dos. Volver a contemplar al otro o a la otra con los ojitos de ayer, es no solamente un arte sino un ejercicio de meditación y plenitud.
Si estamos convencidos que en realidad hay una fuerza superior, llámese destino, Dios o el universo, que hizo posible la unión con esa persona que forma parte de nuestra vida, es más fácil.
Si, por el contrario creemos que fuimos nosotros los que elegimos esa pareja, elegimos también, y valga la redundancia, en el peor de los casos, el origen de nuestra infelicidad.