Normalmente cuando hablamos de géneros nos referimos a hombres y mujeres. Al menos eso era así hasta hace un tiempo, en el que por arte de magia se “multiplicaron” y ahora tenemos más de un género…¡ups!
Pero la verdad es que en el fondo…porque la forma es moldeable, todo sigue girando en torno a dos géneros. Los únicos que conocemos.
El varón que decide ser mujer o la mujer que opta por ser hombre no tiene más de dos opciones de donde elegir.
Expuesto de este modo, el “mito” del tercer género no existe, porque volvemos siempre a lo mismo. La contraposición de masculino y femenino.
Cuando hablamos de la opción sexual, en ese sentido, resulta hasta tranquilizante creer que ahí es donde más se focaliza esa lucha.
Guerra de géneros en la pareja
Sin embargo adquiere un tinte un tanto perturbador cuando se traslada a la pareja, porque toca verdades incomodas que amenazan con levantarle la falda a las mujeres y bajarle los pantalones a los varones.
Para muchos el viejo Freud está pasado de moda, es un demente y anacrónico de novela, que se quedó varado con su líbido y su enfoque sexual, ahí, hace más de 100 años.
Pero cuando lo comenzamos a leer, a la chita callando, a regañadientes y disimulando el rubor, tenemos que admitir que sus teorías no son del todo inciertas…por no decir ABSOLUTAMENTE.
Claro que ese ABSOLUTAMENTE se echa por la borda con un “nooo que va, pamplinas” como vano intento desesperado de convencerse a uno mismo.
FREUD, MUJER Y LA MADRE
Y es que a todos se nos erizan los pelos cuando hablamos de la madre o el padre como objeto sexual. El fantasma del incesto, del pecado mortal, de la última aberración, hace su acto de aparición y con ellos todos los deseos profundamente ocultos…que también son un invento de Freud… 😉
Pero en realidad ahí es donde nace todo. Muchos de los problemas de los varones con su pareja tienen su origen en la relación con su madre, y viceversa, de las mujeres con su padre.
De ahí el famoso “complejo de Edipo” o el “complejo de Electra.”
Lógicamente, nadie habla de esas cosas en la pareja, y muy pocos psicoterapeutas se atreven a encarar la problemática desde ese punto de vista. Y sin embargo, puede desembocar en un mar de alternativas de soluciones prodigiosas.
EL SEXO COMO ELEMENTO DE PODER EN LA PAREJA
Tomemos como ejemplo a la esposa que “castra” a su marido con el famoso pretexto del “dolor de cabeza”, cuando él insinúa el deseo de un acercamiento sexual.
Por un lado, ella repite el modelo “femenino” copiado de su madre, pero por otro, rechaza efectivamente la propuesta. Pero no porque no lo desee también, sino porque no le convence. Y ahí es donde entra a lidiar su relacion con papá y la manera en que solo un padre saber mimar y cuidar a su hija.
Y es que, además, el mundo sexual de la mujer es mucho más complejo que el del hombre. Y al revés, el del hombre es, para la mujer, terriblemente plano y falto de originalidad. Cuando lo que en el fondo todo hombre desea de una mujer es la entrega absoluta e irrestricta, sin condiciones ni exigencias… o sea “el amor de mamá”.
Una de las mayores causas de infelicidad, en más de una pareja, es la falta de conocimiento y comunicación entre ambos, de las fantasías sexuales de cada uno de ellos. Y uno de los temas más difíciles de abordar.
Por lo general, y sobre todo en el mundo latino – donde aún prevalece el machismo – son las amantes, las que se encargan de hacérselo saber al hombre. Pero la mujeres quedan en desventaja en ese sentido, aunque las ultimas tendencias tienden a equilibrar la balanza.
Palabras finales pero no últimas
Es mucho lo que aún queda por hablar, discutir, dialogar y reflexionar sobre ese tema.
Basta decir que muchas de los verdaderos motivos de desavenencia matrimonial o de parejas tienen raíces que se encuentran en la profundidad de un espacio que muchos prefieren no explorar. Incluso sabiendo que haciéndolo, pueden aligerar las cosas y convertir una relacion de pareja en algo mucho más interesante que un simple matrimonio convencional, superficialmente aburrido y tedioso.