Abortar

Hace unos 40 años era la polémica en Europa. Políticos, sociólogos, psicólogos, representantes religiosos, feministas y en realidad todos, en menor o mayor grado, se arremolinaban alrededor de cualquier mesa de cualquier bar, en cualquier lugar y a cualquier hora para debatir sobre el tema, acaloradamente.
Salían a la luz aquellos rasgos radicales o libertinos, de ciudadanos aparentemente civilizados, apacibles y sumisos.
Los ánimos se crispaban y más de una larga amistad moría irremediablemente. Demasiada débil para pasar por alto un dogma innegociable, enraizado desde generaciones ha en familias supuestamente modernas y tolerantes.
Pero aunque la ley lo respalde y aparentemente lo facilite, la experiencia, las estadísticas y el tiempo han demostrado que abortar no es fácil.

La decisión más difícil de una vida, que se toma a la ligera

Aunque técnicamente la interrupción de un embarazo en sus momentos incipientes, ya sea mediante el uso de la pastilla abortiva u otros medios exógenos, viene a ser lo mismo, quiero centrar este artículo en su aspecto psicológico.  ¿Qué significado profundo y humano adquiere la acción de abortar una vida que ha logrado afianzarse en el óvulo, dispuesta a germinar?
En los tiempos que corren, el riesgo de subestimar las consecuencias psicológicas, llevado por la extrema ligereza juvenil es muy alto. Y el sentimiento libertario con el que se toma la decisión es peligrosamente sobrevalorado y casi irreal, teniendo en cuenta – o no – la profundidad de la vida.

Nos damos cuenta de su dimensión cuando, por ejemplo, a la hora de desear un niño, no se consigue.
Es como si por esas extrañas circunstancias de la vida “algo” se haya empecinado en no volver a repetir la misma situacion.
Son pocas, las mujeres, que han abortado, que reflexionan sobre su significado profundo.
Incluso en aquellas mujeres que racionalmente llegaron a un acuerdo con su conciencia, permanece la duda, esa duda molesta, de qué hubiera sido de esa vida que no fue.

El aborto siempre ha existido

La interrupción del embarazo, en determinadas circunstancias es absolutamente justificada.
Una madre de una tribu indígena, nómada, probablemente abortará si tiene dos hijos lactantes, por la sencilla razón que no puede nutrir a más. Amén de poder llevar en brazos a solo dos en caso de peligro, o para salir huyendo.
¿Como criar una vida que fue producto de una violación incestuosa? En aras del “si a la vida” muchas veces se subestima el tremendo peso psicologico y social de un ser humano que viene al mundo con semejante estigma.
La ley alemana contempla también casos de violación o aquellos en que peligra la vida de la madre.
Creo que todo el mundo está de acuerdo con una decisión de esa índole cuando las circunstancias no dejan lugar a dudas.

La decisión final

Aun así, lo que está absolutamente claro es que, en definitiva y en última instancia, es la madre la que toma la decisión. Así como es ella la que se hace cargo de las consecuencias de la misma.
Pretender anular su capacidad de decisión es negar que como mujer, biológicamente tenga esa potestad. De la misma manera que al hombre no se le puede negar a quien fecundar. Esa también es una decisión absolutamente individual y particular, que muchas veces se pasa por alto.
Obviamente todo ello no sería objeto de discusión si tanto el hombre como la mujer asumen de manera responsable el papel otorgado por la madre naturaleza. Pero para ello lo más importante es el apoyo familiar, una plataforma de debate social tolerante y abierto y sobre todo una toma de conciencia, libre de dogmas y paradigmas morales, que, en no pocos casos nos mantienen en la edad media.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *