Endy

Mas de un millón de desenlaces diferentes

El famoso psicólogo canadiense Jordan Peterson dijo una vez, y lo diré con mis propias palabras, arriesgándome probablemente a cometer un error, que muy a menudo la ansiedad existencial en un ser humano se origina, no por la falta de propósitos o metas, sino más bien por la abundancia de las mismas en un momento determinado. Como el caso de alguien perdido en un desierto, por ejemplo: lo que puede volverlo loco es la abrumadora cantidad de posibles direcciones que puede tomar.

Sin embargo, nuestra historia comienza en un lugar muy predecible: un ascensor.

Capitulo 1  El ascensor

Allí es donde nuestro personaje, Endy,  despertó. Aunque el no sabía que su nombre era Endy. Ni tampoco como llegó hasta ahí.
Cuando abrió los ojos lo primero que sintió fue un sabor amargo y seco en la boca. Había luz a su alrededor. No era brillante, mas bien ténue, vamos tan brillante como la de cualquier ascensor común y corriente.
Se levantó lentamente, tambaleando, tratando de recuperar la conciencia. Sentía que el ascensor subía. Había soñado algo tan raro que no sabía si seguía soñando o si estaba despertando a una realidad siniestra. Recordaba vagamente a un niño llorando. Abandonado y desamparado.
Nada que ver con la figua que en ese momento le miraba desde el otro lado de un espejo. Se asustó y pegó un grito. que resonó sin polémica. Le costó un poco percatarse que El hombre al otro lado del espejo, era el.

No todos los ascensores tienen espejo. Pero los que sí lo tienen, probablemente fueron diseñados por alguien que pensó que sería útil no sólo verse a sí mismo, sino incluso observarse en quizás un último instante, antes de un momento especial. Siempre que viajamos en un ascensor sabemos exactamente donde subir y  bajar. A menudo es la antesala a algo mas grande, mas importante. Como una entrevista laboral o una negociación importante. Verse por ultima vez, puede ser muy importante.
Y aunque en ese momento ese detalle distaba de ser importante, incluso innecesario, Endy no tenía idea de cuánto le ayudaría esa ventaja, aparentemente intrascendente, más adelante. Porque no iba a ser la única vez que pisaría ese mismo ascensor.

La figura del espejo revelaba a un hombre que se hallaba a la mitad del camino de su vida. Y hoy no es la edad de cuarenta sino de cincuenta. Somos mucho más longevos que en los tiempos de Dante, y la medicina moderna proporciona posibilidades nunca antes imaginadas.

Su contextura física era de hombros anchos, cuello corto y ancho, un cráneo grande que se ajustaba a las proporciones del cuerpo, bordeando una cabeza medio calva en la parte superior, con una cantidad ínfima de cabellos finos, largos y débiles. Detalle que para un buen observador podrían indicar algo mucho más profundo que una simple cabellera desdichada. Al igual que la panza prominente, que se destacaba, sin ganas.
Recien entonces Endy descubrió sorprendido que no llevaba pantalones. Solamente un anatómico blanco que no podía reconocer como suyo. Se llevó las manos a la cara para restregar sus ojos, cuando sonó la campana del ascensor indicando que había llegado a un destino. Se abrió la puerta invitandolo a salir, para entrar en un pasillo largo iluminado y tan extenso que no se veía el final.

Endy se quedó mirando el pasillo, temeroso. Habia un silencio sepulcral.  Se sentía mucho mas seguro en el ascensor. Tenia un miedo atroz, como el de un niño. Esperó hasta que se cerrara la puerta. Aliviado percibió un pequeño empujón y el ascensor volvió a subir.
Probablemente el paso que uno da para salir de un ascensor, es comparable al de tomar una decisión trascendental. Es como algo definitivo. Como cortar el puente detrás de uno.
No obstante el ascensor en sí ofrece varias otras ventajas.
Por un lado se trata de una salida diferida si se puede expresar de esa manera. O sea, que aunque ya has definido tu destino aun tienes tiempo de modificar tu decisión o retractarte hasta haber llegado. E incluso entonces, si has dado el paso pero no estas convencido, sabes que si esperas lo suficiente aun puedes tomar otro. Siempre y cuando las circunstancias lo permitan.
Sea como fuere, Endy habia tomado la decisión de quedarse en el ascensor. Quizás perdió una oportunidad única de seguir adelante. De conocer algo nuevo, de descubrir algo inesperado, o habia tomado, sin saberlo, la sabia decisión de seguir con vida. Pero eso ya no lo sabremos, porque la oportunidad ya se habia ido.
Pasaron segundos que se convirtieron en minutos, que se convertieron en momentos largos, interminables. Endy no tenia la posibilidad de medir el tiempo. Lo único que escuchaba era el ruido de las poleas y la estructura mecánica del ascensor que indicaban que se estaba moviendo. El tablero que indicaba los diferentes pisos no tenia números, solo letras. Era largo y enorme. Ocupaba casi toda la franja que se extendia al costado del marco de la puerta, y la parte inferior, a media altura estaba cubierta con una tapa con un cerrojo.  Mas de cuatro hileras se alineaban ahí verticalmente, sin un orden prestablecido. La z se encontraba en el medio, la a en la segunda mitad de la tercera hilera, la p en cualquier lugar. Era como si alguien hubiera señalado los diferentes pisos al alzar y como jugando.
Endy aun no sabia decir si estaba soñando o si lo que estaba pasando era algo real pero a la vez perverso. Tampoco quería gritar, pedir auxilio y exteriorizar su desesperación. Sería como admitir la posibilidad de que todo eso fuera real, o peor todavía, que estuviera loco. Así que hizo lo que quizás cualquier niño ya hubiera hecho desde un principio. Le siguió el juego al juego en el que se econtraba y eligió un destino en el tablero. Oprimió el botón de la letra H. Sin pensarlo ni reflexionar. Y mientras subía, se preguntaba si iba a tener el valor de salir del ascensor.


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