La caída del rey

El deterioro de la imagen del hombre y su repercusión en la figura del padre

La vida cambia. Es un hecho que podemos negar. Pero no por ello impediremos que lo haga.
Ahora bien, si nos empecinamos en negarlo, el precio que pagamos cuando lo tenemos que hacer forzosamente, es mucho más alto que si cambiamos por convicción propia y antes de que la vida y la historia lo hagan.
Esta es una de las lecciones que ha aprendido el hombre que antaño y hoy forma parte del así llamado “patriarcado”.

La lucha feminista

Los cambios que se han dado han sido más bien el esfuerzo y el producto de la lucha de las mujeres antes que el fruto de la reflexión de hombres. Es por eso que muy en el fondo el hombre se siente como perdido, desahuciado e incluso derrotado.


Estamos frente a un hombre que trata de aferrarse a una estatua con los pies de barro, pero no ha encontrado una figura que pueda hacer frente a la fuerza de la mujer – madre.

En parte porque la figura fuerte de hombre – padre inspirada en el “rey patriarcal”, que ha caído en desgracia, es al mismo tiempo su origen, aquello de dónde viene. Y por mucho que lo intentemos no podemos negar nuestro origen, sin destruirnos a nosotros mismos.

La ausencia del padre

A esto se suma la “ausencia del padre” que viene a ser una característica fundamental del siglo XX. Comenzando por la revolución industrial que llevó a todos los padres a la fábrica, terminando en los ejecutivos trabajólicos que utilizan el trabajo hoy como pretexto de evasión porque son incapaces de hacer frente a lo que sería ser padre.Es obvio, si ellos mismos fueron los que desacreditaron a sus propios padres castigándolos así por haberlos abandonado.

El hombre formado por la nueva imagen femenina

Aunque la revolución feminista contribuyó a cambiar los puntos de vista del hombre – padre y le otorgó una nueva visión de paternidad al varón, sigue siendo producto de un sometimiento a la mujer – madre, aunque obviamente no se admite abiertamente.
Con ello sin embargo se corre el riesgo de estar plantando las semillas de la próxima “revolución masculina.”

¿Qué queda por hacer? ¿Cuál sería la solución?

Hay un dicho en alemán que dice: el primer paso para mejorar algo es el reconocimiento (der erste Schritt zur Besserung ist Erkentniss)
Y eso es algo que muy pocos hombres hacen.
Para ello en primer lugar es necesario admitir que hubo y sigue habiendo discriminación hacia la mujer, pero que eso no tiene nada que ver con el hecho de ser hombre, sino que es más bien un rasgo humano del varón, que ha aprovechado una supremacía otorgada por la madre naturaleza.
De hecho y en ese mismo sentido también la mujer debería ser lo suficientemente honesta y admitir que hubo una época anterior al patriarcado en la que en las sociedades matriarcales los sometidos eran los hombres. Hallamos vestigios de esas sociedades en la mitologia griega (las amazonas), o en las valquirias, que pertenecen a la mitología germana antígua.

Cambio de conciencia

Estamos experimentando simplemente la ley del péndulo. Mientras tanto y hasta que el hombre no admita estar perdido, desorientado y se siga sintiendo culpable – y por ende sin fuerzas – por los abusos y atropellos que cometió y sigue cometiendo, seguiremos siendo las víctimas de esa ley, cuando cambie la dirección. El cambio fundamental en la visión que tiene el hombre de la mujer y que define como la trata, solamente pueden venir del hombre – padre fuerte, que ha recuperado su nombre, su honor y fortaleza frente a él mismo.
Pero ese proceso no puede ni debe ser impulsado por la mujer – madre, si realmente se quiere llegar a un entendimiento responsable y adulto entre hombres y mujeres.

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